domingo, 14 de septiembre de 2008

15 DE SEPTIEMBRE EN EL ZOCALO CAPITALINO. 2008


BOLIVIA Y EVO MORALES. AMERICA LATINA

Guillermo Almeyra
Bolivia, Venezuela, Paraguay y Argentina: una sola y misma amenaza
Bolivia arde y la derecha, alentada y organizada por Washington, con su escalada de violencia, marcha hacia la guerra civil. Venezuela, a su vez, enfrenta la posibilidad de un golpe militar, con apoyo mediático y empresarial, también orquestado en Estados Unidos. En cuanto a Paraguay, Fernando Lugo denunció la preparación de un golpe de Estado y sigue sometido a la presión del Departamento de Estado que le exige defenestrar a su ministro de Relaciones Exteriores, a quien Washington acusa de estar ligado a Hezbollá y Hamás. Al mismo tiempo, el FMI se opone a que el gobierno paraguayo decida gravar la exportación de soya. Argentina, por su parte, enfrenta un proceso montado en Miami contra un delincuente estadunidense-venezolano que introdujo ilegalmente en Buenos Aires una valija con 800 mil dólares. A pesar de que éstos fueron incautados por la aduana argentina y ahí quedaron sin ser utilizados, y a pesar de tres pedidos de extradición de la justicia bonaerense que ni siquiera recibieron acuse de recibo, el FBI trata de montar un caso para favorecer a la derecha argentina alegando el financiamiento ilegal exterior a la campaña electoral de Cristina Fernández. Todo esto mientras Estados Unidos reactiva su Cuarta Flota que, con el pretexto de combatir el narcotráfico, patrullará no sólo las costas de los países latinoamericanos sino que planea surcar los ríos internos amenazando a Brasil, Uruguay, Ecuador, además de Venezuela, Argentina, Paraguay.
Bolivia expulsó al embajador estadunidense tras probar su conexión con la derecha secesionista de la Media Luna, cuyos bloqueos y terrorismo cortan el suministro de energía a Brasil y Argentina, y amenazan a Paraguay. Venezuela también adoptó la misma medida, Honduras no da el placet al embajador de Washington y Argentina hizo saber que se siente agredida. América Latina está alerta y en tensión.
El agravamiento de la crisis en Estados Unidos y la caída del precio del petróleo y de las materias primas son una amenaza para los gobiernos que desean mantener al menos cierta distancia de Washington. Al mismo tiempo, agudiza la lucha entre los sectores burgueses en cada país y los oprimidos y explotados, y también la disputa por los ingresos estatales y por el poder entre los sectores capitalistas agrarios y financieros unidos al capital financiero internacional y los mucho más débiles que, por el contrario, desean el desarrollo del mercado interno y tratan de apoyarse en la población pobre haciéndole concesiones y mejorando su situación.
Dado que los sectores capitalistas dominantes están unidos al capital extranjero y buscan apoyo en Estados Unidos y los sectores reformistas y distribucionistas vacilan, la defensa del desarrollo y de la soberanía nacional está en manos, exclusivamente, de los indígenas, campesinos, obreros y los sectores más pobres de las clases medias urbanas y rurales. Eso exacerba la discriminación clasista y racista de los capitalistas dominantes, que a veces atrae a sectores populares que se sienten superiores a los “indios” o “negros” y adoptan como propia la ideología de sus patrones. Esa es la base de masas del imperialismo, que no puede invadir con los marines y dirige la guerra sociológica y sicológica utilizando sus medios de información a los que las clases medias reaccionarias les hacen de altavoz. Las clases dominantes locales más reaccionarias, como en el Chile de Salvador Allende, son la infantería de Washington que las dirige por control poco remoto.
Además, la candidata a vicepresidente de McCain, la gobernadora Palin, acaba de declarar que Estados Unidos debe estar listo para la guerra con Rusia (y, por tanto, con China, aliada de Moscú), y Washington ha reanimado la guerra fría en escala mundial. De esta forma parte la decisión de derribar a los gobiernos que, aunque sean capitalistas, no están alineados con el imperialismo. Venezuela, para defenderse, compra armas rusas y Bolivia se apoya en Irán, lo cual convierte a Hugo Chávez y a Evo Morales en blancos inmediatos y directos.
El gobierno boliviano acaba de declarar el estado de sitio en Pando pero busca negociar con la derecha. Sin embargo, en Bolivia la izquierda tiene el gobierno, pero el Estado sigue siendo del capital, como en Venezuela, donde parte del aparato estatal conspira contra Chávez. La derecha boliviana quiere recuperar el poder del Estado apoyándose en una parte de éste contra el presidente indígena. La justicia corrupta no la condenará y la derecha no conciliará ni negociará porque tiene una base de masas racista y fascistizante en Santa Cruz y el apoyo de parte de los aparatos estatales (y de parte del alto mando militar). No hay, por tanto, otra vía para reprimir a la derecha que recurrir a la represión estatal para hacer respetar la Contitución y armar a los campesinos para garantizar la democracia y evitar el asesinato de trabajadores inermes por las bandas racistas armadas.
Es justo evitar en lo posible el derramamiento de sangre y no depender sólo de militares y policías, pero ya corre la sangre de los campesinos y los uniformados son apaleados por los grupos de choque racistas que se envalentonan ante su impunidad mientras en las fuerzas armadas la debilidad política del gobierno da margen al golpismo. Es correcta, por tanto, la advertencia de Chávez de que intervendrá en un conflicto armado si se intenta derrocar al gobierno legítimo de Evo Morales. También Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y Perú dan su apoyo “incondicional e irrestricto” a Morales, como debería hacerlo todo gobierno latinoamericano. En nombre de Juárez y de Zapata debemos exigir ese apoyo al gobierno mexicano.

AUXILIO, SOCORRO, NOS ROBAN EL PETROLEO. EL FISGON


ARNALDO CORBOVA

La lucha interna en el PRD
En recuerdo de Pepe Zamarripa
Hubo un tiempo, ya lejano, en el que el concepto de lucha interna en la vieja izquierda comunista y partidista llegó a tener una gran altura conceptual. Desde los tiempos de Lenin significó debate de ideas, de grandes ideas, como las del partido que se debía tener o el régimen social y político que se proponía a la sociedad. Luego se convirtió en simple lucha por el poder interno. Cuando yo ingresé al Partido Comunista Mexicano, en 1956, el tema estaba en su apogeo, como lucha por la dirección del partido.
Durante muchos años presencié la discusión en torno a la lucha interna, hasta que abandoné el Partido, 10 años después. A final de cuentas, todo resultaba en un simple reacomodo de poderes internos. Cuando se fundó el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el tema desapareció y, en consonancia con los tiempos de la reforma política, sólo se habló de unificar a todas las fuerzas de izquierda. Ahora, en el PRD, el concepto vuelve a escena, sólo que muy degradado, sólo para ser de nuevo lucha por el poder interno.
Tal y como casi todo mundo lo ve, el PRD pareciera un partido sin futuro, deshilachado, polarizado, dividido sin remedio y, en todo caso, perdedor. Se trata de un partido que ostenta tener un padrón de más de tres millones y medio de afiliados. En mis viajes por el país a propósito de mis participaciones en los foros y debates sobre la cuestión petrolera, a los que me han invitado todo tipo de organizaciones e instituciones académicas, siempre me encuentro con muchísimos perredistas. Cuando yo les pregunto si son de Nueva Izquierda o de Izquierda Unida, la respuesta puntual es: somos lópezobradoristas.
Como miembro fundador de ese partido, me preocupa lo que pasa en el PRD. No puedo ser neutral. Como casi todos los perredistas del país, pienso que mi lugar está en el movimiento cívico que encabeza López Obrador. Y mi conclusión siempre ha sido: eso está ocurriendo en el partido, esa pugna entre grupos de poder se está dando sólo en la cúpula. La lucha interna se reduce a una lucha entre facciones que no logra involucrar al grueso de los militantes. Claro que no son grupúsculos. Son varias decenas de miles de profesionales de la política.
A donde quiera que voy siempre veo una ausencia total de la militancia de base en el conflicto de los dos polos en lucha por el poder interno, sea a nivel regional sea a nivel nacional. Casi todos los perredistas se desmarcan del conflicto, no les interesa y, en la mayoría de los casos, lo repudian. En cambio, siempre veo que los militantes sienten que su lucha es la que el movimiento cívico está emprendiendo. Muchas veces me han invitado organizaciones lópezobradoristas y, cuando les pregunto cuántos de los asistentes son perredistas, siempre encuentro una inmensa mayoría entre ellos.
El chuchinero en el que está convertido hoy el PRD es un fenómeno de cúpula, de elite, y no define, en realidad, lo que es ese partido. Este nació más como movimiento que como partido y siempre se ha mantenido así. Era algo que a mí, en lo personal, me disgustaba, porque yo quería una organización políticamente concentrada y de verdad operante. Pero hoy pienso que eso, precisamente, ha sido la salvación del PRD. Por supuesto que, en las condiciones actuales, para las próximas elecciones, el partido va a un desastre seguro y ya anunciado. Pero como movimiento mantiene su vitalidad y López Obrador, con su liderazgo creativo y persistente, lo ha fortalecido.
En las elecciones los militantes de base no tienen interés porque carecen de estímulos. Ver a exponentes de los bandos en pugna (simples activistas profesionales y no verdaderos políticos) como candidatos no les atrae mínimamente. Para las próximas elecciones, el PRD podría volver a ser un partido triunfador sólo si su movimiento social y político hace un llamado para participar en ellas e impone a candidatos con auténtico raigambre popular. A ningún perredista le simpatiza la idea de seguir mandando a los puestos de elección popular a logreros corruptos y malafamados para que los represente.
El abrumador dominio de los chuchos en el aparato burocrático del PRD, usando de sus bienes y de muchos más que les llegan de fuera, es sólo eso: un dominio burocrático, de cúpula. La masa del partido sigue al margen y no está interesada en participar en esa pugna. A los encinistas les pasa lo mismo, con la notable excepción del DF, en donde han logrado hacer una política de masas efectiva frente al dominio chuchista. En dondequiera que intenten contender con los chuchos estarán en desventaja si lo hacen a nivel del poder burocrático. Deberán fundarse en el movimiento y dejar que sus contrincantes se revuelquen en el lodazal en el que han levantado su poder.
Los seguidores de ambos lados forman grupos, ante todo, clientelares y se manejan en la superficie. Están acostumbrados a comprar y vender, a los cochupos y a las componendas. Esa es su política “moderna”. No tienen banderas, sólo intereses y están dispuestos a defenderlos a como dé lugar. Se montaron en el debate petrolero porque no les quedó de otra y porque no tenían nada que decir al respecto. Los chuchos se aprestan a “negociar” y lo han hecho saber de muchas maneras, acusando a los rivales de no saber hacer política.
Hoy el verdadero PRD no está en sus siglas, las que sólo representan esa ínfima burocracia en la que se da el enfrentamiento. Está en el movimiento cívico que encabeza López Obrador. No lucha por botines y puestos, sino por causas justas. No hace componendas, sino denuncias y propuestas. No tranza, sino que debate y ha demostrado que sabe debatir y obligar a escuchar razones. No anda haciendo arreglos arriba, en las cúpulas del poder, sino que convoca al pueblo en las plazas y debate en todos los foros a los que se le deja entrar.
Ese verdadero PRD tiene otro mérito, para mí entrañable: por primera vez en la historia, sabe convocar a los intelectuales y hacerlos partícipes de su lucha. Eso ha valido a los intelectuales denuestos a más no poder. Pero les ha dado el valor suficiente para participar en esta lucha, sabedores de que ahora son escuchados. Eso es mucho

RAUL MARTELL EL DOMINGO 14 DE SEPTIEMBRE EN EL HEMICICLO Y EN EL ZOCALO CAPITALINO


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